Fábula. Revista literaria
Asociación Riojana de Jovenes Escritores y Artistas
ISSN: 1698-2800
Información
Historia de la revista
Sumarios
GEOMETRÍAS
Eleuterio Sáenz Martínez
Fábula Nº 5, p. 31-32
El camino me parece infinito
y me extasía. Me fascina igual que el cónclave
de esquinas que se forman en el alero de mi casa. Recortan
el cielo mascando sus imágenes para hacerlo asequible.
El azul encuentre la frontera en el gris y confunde
sólido y gaseoso. El aire se transforma en un
cubo compacto. Sólo las rectas son limpias. Así
pierdo la mirada en la percepción angulosa que
para otros carece de dimensiones.
La dictadura de la simetría
también somete mi fisonomía. Me miro al
espejo y compruebo que la rigidez se ha adueñado
de mi rostro. Entre los listones rectos que enmarcan
el cristal hay una nariz alineada entre una mandíbula
sin protuberancias. Limpia. Canina. Sobre ella, una
mirada a la que les gusta fotografiar mil veces los
cables de la luz. Ésos que van empequeñeciéndose
a la sombra exacta de sus vecinos. Hacia arriba y hacia
delante: como un escuadrón matemático,
asumen su orden en medio de la nada.
Igual que cuando sobrepaso
la vía del tren. Aguardo sobre la valla y sólo
espero a que pase una locomotora. Un tren que remarque
las líneas de los raíles cóncavos
del horizonte. Cuando vuelve a marcharse me reclino.
Toco el metal con mi cara y afilo los ojos. Juego a
que hay un diafragma en mi retina, y llego hasta el
punto final que me dice que ninguna arista se escapa
del dibujo. Ni un gramo de óxido raído
destruye la horizontalidad. Me lleno de aire y me marcho.
La calle es una secuencia
de ritmos hegemónicos. A una farola le sigue
un pilar y a éste, una nueva farola flanqueada
por otro pilar junto a más farolas. La ordenación
de cada palmo de acera mantiene esa pauta hipnótica.
Evito los adoquines maltrechos. Mis paseos se restringen
a visitasa por las zonas recién construidas de
la ciudad. Sólo las calles desprevenidas aún
de vida cumplen el rito de la funcionalidad plácida.
Allí incluso los colores acompañan la
cadencia. El uso no ha aniquilado todavía el
dibujo de las formas.
Por eso me gusta conducir.
Ver cómo el coche deglute las rayas blancas del
asfalto. A la sucesión de las marcas se suma,
sentado junto al volante, un compás sonoro cuando
llega a la alameda. Nada hay que pensar. Sólo
contar tres y recibir una ráfaga idéntica.
Quito la vista de la carretera para clavar mi mente
en cada una de las franjas. De repente algo brusco,
garabatos, luces informes y una espiral angustiosa.
Maldita curva, tú
quebraste mi ritmo, tú rompiste mis piernas.
Servicio de publicaciones
publicaciones@adm.unirioja.es
Última modificación:
19-07-2017 11:21
|