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ANDA, HOMBRE, LEVÁNTATE DE TI
David González

Fábula Nº 13, p. 29

POLILLAS

Anoche dejé abierta la ventana,
y la luz de la lámpara colgante atrajo
a decenas, y decenas, de mariposas negras.

Esta mañana he tenido que recoger
sus restos de las losas del suelo; luego,
los he arrojado por la ventana,
y entonces, por un momento, me pareció
que las polillas volvían a la vida,
que empezaban, otra vez, a volar…

Pero no.

EL SELLO

Algunos desempleados escuchan promesas
de trabajo en los tablones de anuncios.
Otros guardan cola, en fila de a uno,
de dos si contamos también a sus acompañantes,
en hileras interminables, ante mesas de formica
que son como puestos de aduana, que son
puesto de aduana: a un lado,
la miseria; al otro, una relativa prosperidad.
El sellador, y conste que si le aplico este adjetivo
se debe, solo, a que esa parece ser
la única tarea que desempeña en esta oficina,
el sellador, espatarrado en una silla giratoria
(sí, una silla giratoria, has leído bien), me saluda
como si nos conociéramos desde guajes:
¿Qué, David? ¿Todavía sigues escribiendo?
Sí, le digo. De momento sí.
Yo lo dejé, me confiesa, como si estuviéramos hablando
de sexo, drogas o rock and roll, y no de poesía.
Es una verdadera lástima, le digo.
Pero me alegra saber que otra gente no, dice.
y luego me devuelve la tarjeta del paro,
sellada.